Un café en la tarde fue suficiente para comprender que eras tú la enviada para encender de nuevo la luz en mí. Al transcurrir las horas cae la noche en medio de su mística. Fue el momento ideal para hablar de la vida y de las casualidades de la misma. Tal vez nos entonábamos hablando de política y religión, pero también se hacía necesario brindar un espacio para recordar las locuras que se hacen por amor. La naturaleza de ese encuentro se veía influenciado por el altruismo que se mantuvo constante durante la vivencia de ese sueño. Un sentimiento nace y cuando comienzo a experimentarlo, también se apodera de mí el temor de que este llegue pronto a su fin, porque posee una limitante casi exacta en el tiempo. “Aprovecha, este es tu momento” escuchando estas palabras y mientras miro a mi alrededor comprendo que la felicidad solo se vive en cortos periodos de tiempo. Y así fue, ese momento lo aproveche como ninguno. Pero no siendo suficiente debo remontarme a los recuerdos, para alimentar las emociones que exaltaron mi vivir. Entonces recuerdo la arena en nuestros pies, las olas dobles que nos engañaban, como si se propusieran llenar de salinidad nuestras gargantas ya con sed. La sensación no es muy agradable y no comprendo como al emerger a la superficie reíamos a carcajadas, puede ser que no era un engaño del mar si no un juego, en el que realmente nos divertíamos. Como olvidar las fotografías a la naturaleza y después a nosotros en ella. Los besos en medio de la brisa del mar y las corrientes de viento. Los mismos besos con sabor a manzana, a ciruela, a cualquier fruta que sea tu predilecta. Tu sonrisa que contagiaba a mi boca, porque fue increíblemente hermoso como estas se correspondían. El frio en el que te conocí y el calor de la primera palabra, que no guarda una amplia definición pero si el significado que tú y yo le demos. El calor que comenzó en nuestras bocas, porque no solo de ellas salieron palabras amables, también se concibieron besos y no bastándole término recorriendo nuestro cuerpo entero. Recuerdo la noche que dormías en mi pecho y como en la madrugada yo dormía en el tuyo. Recuerdo la noche de nuestra despedida y la noche en que te conocí sin medidas. Con tu llegada me llenaste de Fe, de besos, de caricias y de enseñanzas que trascienden. Es una realidad que el amor también es trascendente, solo no trates de ahogarlo con esa visión tan realista que tanto le hiere. Yo aún siento la trascendencia de un recuerdo que solo a nosotros nos pertenece. By: Güstav Rc’mor