“Sin ella pensarlo y sin proponérselo me recordó el amor;
Todas esas locuras que se hacen sin pensar;
Solamente hay una inquietante sensación en el pecho, como si deseara salir y buscar su destino;
Desea liberarse para convertirse en una necesidad;
En esa necesidad de querer expresarle amor a un único ser que logro tocar mis sentimientos;
Esa es la razón de su ser. Recordar los abrazos, las caricias íntimas, las palabras sinceras, los te quiero dichos con el corazón;
Los besos que se convertían en una lucha del deseo por intentar desgastar nuestros labios;
Al tenerte aquí podía sentir que carecíamos de tiempo;
Entonces pensé en la lejanía que siempre proseguía a la despedida parcial;
Pero aun la lejanía siendo poco distante, me daba la sensación de volverle a ver;
Ver ese rostro angelical, porque tu belleza solo puede provenir del cielo;
Como si tú siendo ángel hubieras hablado con DIOS para que te diera la posibilidad de vivir en este mundo terrenal;
En este mundo donde EL une nuestros caminos convirtiéndolo en un solo;
Camino que debemos recorrer hasta llegar a la última estación, Esa ultima estación donde reina la paz, el amor, la pureza, la naturaleza, el paraíso donde nos encontraremos con nuestro PADRE.
Entonces tu rostro se idealiza en mi mente y lo comparo con la portada de nuestro libro favorito ese que siempre queremos volver a ver;
Las sonrisas, un factor muy importante, ahora se convierten en un juego en el que cuesta determinar cual es la más tierna;
Porque a su vez, tras ella se oculta una diminuta timidez que solo puede inspirar en mi pureza;
Esa pureza que debe ser innata en una mujer, en una buena mujer;
Una mujer que anhela conocer el mundo desde su raíz y transformarlo hasta que de él florezca el amor; Un amor que se pueda contagiar y así no darle cabida a las lágrimas, a menos que sean generadas de tanta alegría.” Güstav Rc’Mor